¡Hola de nuevo!
Hoy hemos llegado a casa muy cansados pero con una sarna que no pica: ¡hemos estado de excursión! Además, los astros eslovenos se han alineado y nos han regalado un tiempo espléndido. Hasta el clima aquí quiere agradar a los visitantes.
Un autobús nos ha recogido muy temprano y nos ha visto dormir llevado a la región de la costa eslovena. Si miráis en Google maps (que sé que no os lo sabéis) veréis que la costa de Eslovenia es muy pequeñita, colocada como el relleno de un sándwich croata-italiano. En realidad, esta parte del Adriático ha estado históricamente repartida entre muchas nacionalidades diferentes y, tras la Segunda Guerra Mundial, a Eslovenia solo le tocó este trocito en el reparto.
La primera parada la hemos hecho en Krkavče (compro vocal y resuelvo). En este pueblito de montaña de la zona adriática hemos notado un cambio mediterráneo en la vegetación, lleno de olivos y viñedos. Allí nos esperaba una señora vestida con un traje regional esloveno que nos ha enseñado una casa-museo conservada tal y como era a principios del siglo pasado. Básicamente si alguna vez habéis escuchado a vuestros abuelos del pueblo hablar de su infancia, os podéis hacer una idea: seamos del país que seamos no somos tan diferentes.
Después de pasar mucho frío en la casa de piedra hemos continuado por la carretera de la costa y visto varias localidades, entre ellas Portorož, que viene a ser Puerto Banús pero con un nombre más eslavo. Finalmente hemos llegado a las murallas de Piran y nos hemos quedado alucinados con la belleza de la ciudad y del lugar. Con el día tan soleado, pudimos ver tres países a la vez de una sola ojeada: Eslovenia, Croacia e Italia.
Tras bajar de la muralla y llegar a Piran, hemos tenido varias horas para pasear por sus calles medievales y su puerto, comer mucho pescado y visitar algún punto turístico de la ciudad. A pesar de ser un país pequeño, la diversidad de Eslovenia es interesante: a parte de la vegetación, la ciudad y la gente son muy distintas a las de la capital, aquí todo recordaba a Italia.
Después de aprovechar el sol hasta casi el anochecer, hemos dormido como troncos viajado en el autobús de vuelta. Ahora estoy en la habitación, preparando una presentación para mañana y mirando mis camisetas y calcetines térmicos en la maleta decidiendo qué hacer con ellos para que no se sientan abandonados.
¡Hasta mañana!