Tras finalizar nuestra primera semana de prácticas , el fin de semana transcurrió en completa calma. No salimos de casa, y ese descanso fue justo lo que necesitábamos para recargar energías y prepararnos para la semana que venía.
La semana del 24 al 30 de marzo comenzó con intensidad. Entre semana, mi rutina se centró en asistir a las prácticas, donde cada día me siento más conectada con los niños y niñas, disfruto de cada momento y sigo aprendiendo, no solo de ellos, sino también de la experiencia misma. Sin embargo, el viernes algo dentro de mí me impulsó a romper la monotonía: decidí, casi sin pensarlo, viajar a Hamburgo para visitar a mi tía.
El trayecto no fue sencillo. Salí a las 4 de la tarde, pero no llegué hasta la 1 de la madrugada debido a los constantes retrasos en los trenes. El viaje se hizo largo, pero cada minuto valió la pena.
ESTACIÓN DE COLONIA CENTRAL
Una vez allí, aproveché para recorrer la ciudad, desde el centro hasta los alrededores de la casa de mi tía, pasando por lugares cargados de historia que marcan la identidad de Alemania. Pero, más allá del turismo, lo más valioso fue el tiempo en familia. A veces, uno no se da cuenta de cuánto necesita reconectar hasta que finalmente lo hace.
TRAUERNDES KIND («MOURNING CHILD»)CONMEMORACIÓN A LOS FALLECIDOS EN LA GUERRACENTRO DE HAMBURGOALSTER ARCADE BÚNKER
No voy a idealizar la experiencia. La semana tuvo sus altibajos porque como en cualquier proceso de crecimiento, hay días buenos y otros más desafiantes. Sin embargo, estos momentos de cambio y desconexión son fundamentales. Salir de la rutina, aunque sea por un instante, actúa como un verdadero chute de energía, permitiendo volver con una nueva perspectiva y renovada con ganas de seguir adelante.
Esta semana las prácticas en la escuela siguieron igual de bien que siempre. Cada día me siento más cómoda, los niños siguen siendo adorables y el ambiente en general es súper agradable. Pero lo más especial de esta semana fue el finde… ¡porque me fui de viaje a Geldern a visitar a mi familia!
Nada más llegar, fuimos a comer juntos y luego a dar una vuelta por el centro de la ciudad. Es muy tranquilo y bonito, como sacado de una postal. También aprovechamos para visitar algunas ciudades de los alrededores y, por la tarde, hicimos un picnic en un bosque precioso.
El domingo también fue muy completo: salimos temprano a desayunar fuera y después fuimos al parque con las niñas, que no pararon ni un segundo. Terminamos el día comiendo fuera otra vez, disfrutando del buen tiempo y de la compañía.
Alemania me sigue sorprendiendo. Me encanta el clima fresco, las casas tan cuidadas, las plantas por todos lados, las vistas verdes.
Una de las primeras cosas que me llamó la atención en Alemania fue el transporte público. Y no solo porque sea relativamente fácil moverse, sino por lo raro que es todo (pero en el buen sentido… casi siempre).
Lo primero: el Deutschlandticket. Por 58 euros al mes puedes subirte a cualquier tren (menos los ICE, IC), bus, tranvía o metro del país. Lo más loco es que casi nunca tienes que enseñar el ticket. Entras al bus como si nada, no hay torniquetes, ni maquinita para picar el billete… ¡ni siquiera el conductor te lo pide! Te subes, te sientas, y parece que todo es gratis.
Pero claro, esto no es el paraíso: a veces aparecen los temidos inspectores. Se visten de civil, se suben al bus como cualquier pasajero, y de pronto empiezan a pedir los tickets. Si no lo tienes multa de 60 euros. Así que sí, parece todo muy libre, pero no te confíes. Mi consejo es que siempre pagues el billete.
Ahora, hablemos de los trenes. Uno pensaría que en Alemania todo es puntual, eficiente ¡pues no! Los trenes siempre tienen algún drama: retrasos, cancelaciones, cambios de última hora, obras en las vías, tren que desaparece misteriosamente de la pantalla… Y lo más divertido es que los alemanes ya lo asumen con total calma. Nadie se sorprende.
Eso sí, cuando todo funciona, es una maravilla: llegas lejos, rápido, y ves paisajes espectaculares.
El jueves 13 de marzo, finalmente llegué a Düsseldorf, con una mezcla de emociones por comenzar una nueva etapa en Alemania. Tras un breve recorrido, el tío de mi compañera nos fue a recoger y tomamos camino hacia Colonia, donde no solo vivo por ahora sino que también realizó mis prácticas. A continuación, os comparto unas imágenes de las vistas del avión de la llegada de Düsseldorf y un poco de sus calles.
VISTAS DEL AVIÓNCALLE DE DÜSSELDORF
Al llegar a casa, nos pusimos a limpiar y arreglar las cosas que traíamos en nuestras maletas. Para finalizar el día, observamos las vistas que obtenemos desde nuestra ventana.
VISTAS DE NUESTRA CASA
El viernes lo aprovechamos para descansar y hacer las compras necesarias, como comida y otros artículos para la casa que nos faltaban. Un consejo útil para quienes planeen hacer lo mismo: ¡asegúrense de llevar bolsas resistentes y de buena calidad! Nosotras, por ejemplo, sufrimos un pequeño incidente a medio camino, ya que una de nuestras bolsas se rompió. Cabe decir que era una bolsa importada directamente de Madrid… ¡pero no pudimos evitar reírnos de la situación!
El sábado decidimos explorar un poco los alrededores y el trayecto hacia el lugar de mis prácticas, que es una escuela infantil llamada Vincerola. Después de recorrer el trayecto, aprovechamos para visitar la famosa catedral de Colonia, un verdadero icono de la ciudad. Tras un día de exploración, regresamos a casa para descansar.
ALREDEDOR DE NUESTRA CASAVISTAS DEL TRAYECTOESCUELA INFANTILCATEDRALDENTRO DE LA CATEDRALALREDEDOR DE LA CATEDRALALREDEDOR DE LA CATEDRAL
El domingo lo dedicamos a preparar todo para la semana y a relajarnos, con energía renovada para comenzar las prácticas el lunes.
Finalmente, llegó el lunes 17 de marzo, con algo de nervios y mucha ilusión, comencé mi experiencia laboral en esta nueva ciudad. Esta primera semana ha sido un reto lleno de aprendizaje, nuevas experiencias y desafíos que marcan el inicio de esta etapa en tierras alemanas.
Mi lugar de prácticas es la escuela infantil Vincerola, que se caracteriza por ser bilingüe y seguir la pedagogía Montessori, un enfoque que valora la autonomía y el aprendizaje activo de los niños. En mi primer día, me enseñaron las instalaciones de la escuela y tuve la oportunidad de conocer a los niños y niñas, lo que hizo que me sintiera muy conectada con el ambiente desde el principio. Desde el primer momento, me he sentido muy acogida por el equipo, lo que ha facilitado mucho mi adaptación. Además, el hecho de que muchos padres hablen varias lenguas, entre ellas el español, ha contribuido a que este proceso de integración sea aún más fluido.
Cada niño y niña tiene su propia personalidad, pero algo que realmente me ha llamado la atención es su gran independencia desde una edad temprana, son como pequeñas esponjas, absorbiendo cada aprendizaje con entusiasmo y curiosidad. En tan poco tiempo, me han hecho sentir parte de su mundo, demostrándome su cariño de muchas maneras. Un momento especial que me marco, fue cuando un niño me regaló una flor, un gesto sencillo pero lleno de significado, que refleja la ternura y la conexión que se puede construir en el día a día con ellos.
Aunque mi compañera y yo no trabajamos en la misma clase, siempre nos vemos en los recreos y compartimos tiempo juntas dentro de las clases. Nos llevamos muy bien y eso hace que nuestra experiencia en la escuela sea aún más enriquecedora y agradable. Además, nuestra conexión va más allá del ámbito laboral, ya que vivimos juntas y compartimos esta experiencia del erasmus juntas tanto dentro como fuera del trabajo. Esta cercanía nos ha permitido apoyarnos mutuamente, fortaleciendo aún más nuestra relación y haciendo que cada día sea una oportunidad para aprender y crecer juntas.
Es cierto que esta experiencia será única e inolvidable, pero como en todo camino, siempre hay momentos de altibajos. Ha sido una semana desafiante en el plano emocional, pero al mismo tiempo, llena de nuevos aprendizajes y experiencias enriquecedoras. Cada día trae algo nuevo, y aunque a veces haya retos, todo forma parte de este camino de crecimiento como personal y profesional.