Esta semana del 7 al 13 de abril ha sido muy especial y con muchas emociones. Durante mis prácticas, estuvimos haciendo las despedidas a nuestra directora y su familia, ya que se van a vivir a España. Fue un momento emotivo y bonito, lleno de cariño por todo lo compartido con ellos. Al mismo tiempo, siento que cada vez tengo más confianza y relación con mis compañeras. Son todas muy buenas, cercanas y me siento muy afortunada por estar viviendo esta experiencia. El lunes incluso nos fuimos a comer mi amiga, la compañera de mi escuela y yo, después de clase, ¡fue un momento muy agradable para compartir fuera del aula!
Aprovechando el buen tiempo que nos acompañó esta semana, también salimos con los peques al exterior para disfrutar del sol y el aire libre, lo cual fue genial tanto para ellos como para nosotras.
Y por si fuera poco, ¡el miércoles tuve una sorpresa preciosa! Mi novio vino a verme sin avisar, y ese mismo día salimos juntos a conocer un poco más la zona. Me hizo mucha ilusión.
El fin de semana fue la guinda del pastel. El sábado, desde por la mañana, salimos a recorrer el parque que ya había visitado el finde pasado, porque quería que lo conocieran tanto mi novio como mi compañera. ¡Y fue una pasada! Alquilamos unas bicicletas tipo barca súper chulas, montamos, nos reímos un montón y disfrutamos un montón del paseo. Luego fuimos a ver a los animales del parque y hasta les dimos de comer.
Después de eso, nos fuimos a comer y pasear por el centro, y aprovechamos para subir a un teleférico con unas vistas espectaculares, ¡muy recomendado! Por la tarde visitamos la catedral por dentro, dimos una vuelta con mi novio y mi compañera y nos montamos en bicicleta. Para cerrar el día con broche de oro, nos fuimos a cenar todos juntos a un restaurante peruano con una compañera del trabajo. La comida estuvo increíble, ¡un 10 de 10!
El domingo fue más tranquilo, ideal para recargar energías. Aprovechamos para hacer comida casera, descansar y jugar a juegos de mesa, que siempre es un buen plan para cerrar una semana tan completa.
Este finde tocó un plan muy local y natural: ¡día completo descubriendo rincones de Köln!
Empezamos la aventura en un parque enorme, de esos con lago incluido y patitos nadando tranquilos. Alquilamos una barquita y nos lanzamos al agua (bueno, no literalmente). Fue súper divertido remar entre los patos y disfrutar del sol y la calma del lugar.
Después caminamos un poco y terminamos entrando a una parte del parque donde había un mini zoológico gratis. Había gallinas, vacas, patos, burros, cabras, ovejas… y lo mejor de todo es que podías darles de comer. Estuvimos un buen rato ahí, como si fuéramos niños otra vez.
Más tarde fuimos al centro de Köln y subimos al teleférico, desde donde se ve toda la ciudad. Las vistas desde arriba son una pasada, totalmente recomendables si vienes por aquí.
Para terminar el día con broche de oro, dimos unas vueltas en bicis y cerramos con una cena en un restaurante peruano que se llama El Inca. ¡Qué bien comimos!
Köln tiene mucho más que su catedral, y poco a poco lo vamos descubriendo.
Esta semana en las prácticas ha estado llena de detalles sencillos, pero profundamente significativos. He seguido compartiendo tiempo con los más pequeños, observando sus rutinas, sus formas de comunicarse y lo más especial recibiendo esos pequeños grandes regalos que solo ellos saben ofrecer. Desde una ramita de hierba hasta una piedrecita «mágica», pasando por una flor que claramente había sido arrancada con todo el amor del mundo, objetos que aunque puedan parecer insignificantes para un adulto, tienen un valor inmenso cuando se ven a través de los ojos de un niño. Son sus formas de decir «te he pensado», «me importas», o simplemente «esto es bonito, quiero que lo tengas tú». Estas muestras espontáneas de afecto me recuerdan lo importante que es valorar los gestos cotidianos y cómo la conexión con ellos crece día a día.
Además, sigo conociendo mejor los preparativos para la primavera, que se respira tanto dentro del aula como fuera de ella: hay una energía distinta, más ligera, más viva.
Por otro lado, esta semana también tuvo un giro inesperado: mi compañera se fue a visitar a su prima (¡muy merecido descanso para ella!) y yo me quedé sola. Pero lejos de dramatizar, decidí aprovecharlo como una oportunidad para pasar tiempo conmigo misma, algo que a veces escasea entre rutinas, trenes y tareas. El sábado visité un lugar parecido a un pequeño zoológico, donde los animales estaban al aire libre. Lo más bonito fue poder darles de comer, observarlos de cerca y simplemente estar allí, sin prisas. Me recordó lo reconfortante que es conectar con la naturaleza sin necesidad de hacer nada más. Después, decidí ir al centro de la ciudad y conocerlo con más calma. Curiosamente, me dio la sensación de estar en Madrid un sábado soleado. El ambiente, las tiendas, incluso la forma en que la gente paseaba… todo tenía ese aire familiar que te hace sentir en casa aunque estés lejos.
El domingo fue un plan tranquilo, no hice absolutamente nada (y qué bien sienta a veces). Lo dediqué por completo a mí: a descansar, a mirar por la ventana sin pensar mucho, a ordenar pensamientos y a cargar pilas. Porque sí, estar sola también es una forma de cuidarse.
Con la llegada de la primavera, Colonia florece en todos los sentidos. La ciudad, ya de por sí llena de historia y vida cultural, se transforma en un espacio donde el color, el aire fresco y las celebraciones de Pascua marcan el ritmo de los días.
Los parques se llenan de flores y familias paseando, las terrazas se reactivan con la primera luz cálida del sol, y se respira ese ambiente alegre y renovador que solo la primavera puede traer. Lugares como el Rheinpark, el Volksgarten o simplemente los paseos junto al Rin invitan a disfrutar del tiempo libre al aire libre, a observar cómo cambian los árboles y a dejarse sorprender por los pequeños detalles estacionales.
La Naturaleza: Presente y Valiosa en la Vida Cotidiana
Una de las cosas que más llama la atención en Colonia y en general en Alemania es la importancia que se le da a la naturaleza en la vida cotidiana. Desde muy pequeños, los niños aprenden a respetar y valorar su entorno natural. Los espacios verdes no solo están bien cuidados, sino que forman parte activa del día a día: son lugar de encuentro, juego, exploración y aprendizaje.
Ya sea en una gran zona como el Stadtwald o en los jardines que rodean una guardería, el contacto con la naturaleza está presente en todas las edades. La primavera, con su renovación visual y sensorial, se convierte en el escenario perfecto para reforzar esta conexión: se sale a observar flores, a escuchar pájaros, a tocar el césped mojado o simplemente a correr bajo el cielo abierto.
Para quienes venimos de otros contextos, es inspirador ver cómo aquí se vive con tanta naturalidad esa armonía entre lo urbano y lo natural, y cómo se protege esa relación desde lo cotidiano.
Pascua: una tradición viva en las calles
Durante estas semanas, Colonia celebra también la Pascua, y la ciudad se viste con símbolos tradicionales: huevos decorados, conejitos, flores y mercados llenos de productos típicos.
Los mercados de Pascua, instalados en plazas como Heumarkt y Neumarkt, ofrecen artesanías, dulces de temporada y actividades pensadas para todos los públicos. Es fácil perderse entre los colores de los huevos pintados a mano o el olor de los dulces tradicionales que invitan a hacer una pausa y disfrutar.
En muchos espacios culturales y educativos, también se organizan talleres de decoración de huevos, búsquedas del tesoro para niños, cuentacuentos primaverales y conciertos al aire libre. Algunos museos, como el Museo del Chocolate, incluso adaptan su programación a esta época del año con actividades especiales para familias.
Una primavera que se siente
Más allá de lo festivo, lo más bonito de esta temporada es cómo se vive en lo cotidiano: la gente se anima a pasar más tiempo fuera, los niños juegan más en los patios y parques, y se siente una energía distinta en el ambiente, como un pequeño «renacer» después del invierno.
Estar en Colonia en estas fechas es disfrutar de una ciudad activa, alegre y profundamente conectada con sus tradiciones. La primavera aquí no solo se ve: se celebra y se vive.
Tras finalizar nuestra primera semana de prácticas , el fin de semana transcurrió en completa calma. No salimos de casa, y ese descanso fue justo lo que necesitábamos para recargar energías y prepararnos para la semana que venía.
La semana del 24 al 30 de marzo comenzó con intensidad. Entre semana, mi rutina se centró en asistir a las prácticas, donde cada día me siento más conectada con los niños y niñas, disfruto de cada momento y sigo aprendiendo, no solo de ellos, sino también de la experiencia misma. Sin embargo, el viernes algo dentro de mí me impulsó a romper la monotonía: decidí, casi sin pensarlo, viajar a Hamburgo para visitar a mi tía.
El trayecto no fue sencillo. Salí a las 4 de la tarde, pero no llegué hasta la 1 de la madrugada debido a los constantes retrasos en los trenes. El viaje se hizo largo, pero cada minuto valió la pena.
Una vez allí, aproveché para recorrer la ciudad, desde el centro hasta los alrededores de la casa de mi tía, pasando por lugares cargados de historia que marcan la identidad de Alemania. Pero, más allá del turismo, lo más valioso fue el tiempo en familia. A veces, uno no se da cuenta de cuánto necesita reconectar hasta que finalmente lo hace.
No voy a idealizar la experiencia. La semana tuvo sus altibajos porque como en cualquier proceso de crecimiento, hay días buenos y otros más desafiantes. Sin embargo, estos momentos de cambio y desconexión son fundamentales. Salir de la rutina, aunque sea por un instante, actúa como un verdadero chute de energía, permitiendo volver con una nueva perspectiva y renovada con ganas de seguir adelante.
Esta semana las prácticas en la escuela siguieron igual de bien que siempre. Cada día me siento más cómoda, los niños siguen siendo adorables y el ambiente en general es súper agradable. Pero lo más especial de esta semana fue el finde… ¡porque me fui de viaje a Geldern a visitar a mi familia!
Nada más llegar, fuimos a comer juntos y luego a dar una vuelta por el centro de la ciudad. Es muy tranquilo y bonito, como sacado de una postal. También aprovechamos para visitar algunas ciudades de los alrededores y, por la tarde, hicimos un picnic en un bosque precioso.
El domingo también fue muy completo: salimos temprano a desayunar fuera y después fuimos al parque con las niñas, que no pararon ni un segundo. Terminamos el día comiendo fuera otra vez, disfrutando del buen tiempo y de la compañía.
Alemania me sigue sorprendiendo. Me encanta el clima fresco, las casas tan cuidadas, las plantas por todos lados, las vistas verdes.
Una de las primeras cosas que me llamó la atención en Alemania fue el transporte público. Y no solo porque sea relativamente fácil moverse, sino por lo raro que es todo (pero en el buen sentido… casi siempre).
Lo primero: el Deutschlandticket. Por 58 euros al mes puedes subirte a cualquier tren (menos los ICE, IC), bus, tranvía o metro del país. Lo más loco es que casi nunca tienes que enseñar el ticket. Entras al bus como si nada, no hay torniquetes, ni maquinita para picar el billete… ¡ni siquiera el conductor te lo pide! Te subes, te sientas, y parece que todo es gratis.
Pero claro, esto no es el paraíso: a veces aparecen los temidos inspectores. Se visten de civil, se suben al bus como cualquier pasajero, y de pronto empiezan a pedir los tickets. Si no lo tienes multa de 60 euros. Así que sí, parece todo muy libre, pero no te confíes. Mi consejo es que siempre pagues el billete.
Ahora, hablemos de los trenes. Uno pensaría que en Alemania todo es puntual, eficiente ¡pues no! Los trenes siempre tienen algún drama: retrasos, cancelaciones, cambios de última hora, obras en las vías, tren que desaparece misteriosamente de la pantalla… Y lo más divertido es que los alemanes ya lo asumen con total calma. Nadie se sorprende.
Eso sí, cuando todo funciona, es una maravilla: llegas lejos, rápido, y ves paisajes espectaculares.
El jueves 13 de marzo, finalmente llegué a Düsseldorf, con una mezcla de emociones por comenzar una nueva etapa en Alemania. Tras un breve recorrido, el tío de mi compañera nos fue a recoger y tomamos camino hacia Colonia, donde no solo vivo por ahora sino que también realizó mis prácticas. A continuación, os comparto unas imágenes de las vistas del avión de la llegada de Düsseldorf y un poco de sus calles.
VISTAS DEL AVIÓNCALLE DE DÜSSELDORF
Al llegar a casa, nos pusimos a limpiar y arreglar las cosas que traíamos en nuestras maletas. Para finalizar el día, observamos las vistas que obtenemos desde nuestra ventana.
VISTAS DE NUESTRA CASA
El viernes lo aprovechamos para descansar y hacer las compras necesarias, como comida y otros artículos para la casa que nos faltaban. Un consejo útil para quienes planeen hacer lo mismo: ¡asegúrense de llevar bolsas resistentes y de buena calidad! Nosotras, por ejemplo, sufrimos un pequeño incidente a medio camino, ya que una de nuestras bolsas se rompió. Cabe decir que era una bolsa importada directamente de Madrid… ¡pero no pudimos evitar reírnos de la situación!
El sábado decidimos explorar un poco los alrededores y el trayecto hacia el lugar de mis prácticas, que es una escuela infantil llamada Vincerola. Después de recorrer el trayecto, aprovechamos para visitar la famosa catedral de Colonia, un verdadero icono de la ciudad. Tras un día de exploración, regresamos a casa para descansar.
ALREDEDOR DE NUESTRA CASAVISTAS DEL TRAYECTOESCUELA INFANTILCATEDRALDENTRO DE LA CATEDRALALREDEDOR DE LA CATEDRALALREDEDOR DE LA CATEDRAL
El domingo lo dedicamos a preparar todo para la semana y a relajarnos, con energía renovada para comenzar las prácticas el lunes.
Finalmente, llegó el lunes 17 de marzo, con algo de nervios y mucha ilusión, comencé mi experiencia laboral en esta nueva ciudad. Esta primera semana ha sido un reto lleno de aprendizaje, nuevas experiencias y desafíos que marcan el inicio de esta etapa en tierras alemanas.
Mi lugar de prácticas es la escuela infantil Vincerola, que se caracteriza por ser bilingüe y seguir la pedagogía Montessori, un enfoque que valora la autonomía y el aprendizaje activo de los niños. En mi primer día, me enseñaron las instalaciones de la escuela y tuve la oportunidad de conocer a los niños y niñas, lo que hizo que me sintiera muy conectada con el ambiente desde el principio. Desde el primer momento, me he sentido muy acogida por el equipo, lo que ha facilitado mucho mi adaptación. Además, el hecho de que muchos padres hablen varias lenguas, entre ellas el español, ha contribuido a que este proceso de integración sea aún más fluido.
Cada niño y niña tiene su propia personalidad, pero algo que realmente me ha llamado la atención es su gran independencia desde una edad temprana, son como pequeñas esponjas, absorbiendo cada aprendizaje con entusiasmo y curiosidad. En tan poco tiempo, me han hecho sentir parte de su mundo, demostrándome su cariño de muchas maneras. Un momento especial que me marco, fue cuando un niño me regaló una flor, un gesto sencillo pero lleno de significado, que refleja la ternura y la conexión que se puede construir en el día a día con ellos.
Aunque mi compañera y yo no trabajamos en la misma clase, siempre nos vemos en los recreos y compartimos tiempo juntas dentro de las clases. Nos llevamos muy bien y eso hace que nuestra experiencia en la escuela sea aún más enriquecedora y agradable. Además, nuestra conexión va más allá del ámbito laboral, ya que vivimos juntas y compartimos esta experiencia del erasmus juntas tanto dentro como fuera del trabajo. Esta cercanía nos ha permitido apoyarnos mutuamente, fortaleciendo aún más nuestra relación y haciendo que cada día sea una oportunidad para aprender y crecer juntas.
Es cierto que esta experiencia será única e inolvidable, pero como en todo camino, siempre hay momentos de altibajos. Ha sido una semana desafiante en el plano emocional, pero al mismo tiempo, llena de nuevos aprendizajes y experiencias enriquecedoras. Cada día trae algo nuevo, y aunque a veces haya retos, todo forma parte de este camino de crecimiento como personal y profesional.